lunes, 10 de agosto de 2009

casa Chanel Fichaje / Broncas, borracheras, sesiones de exhibicionismo, depresiones y un cuerpo menudo y robusto..........

¿De qué va este cuento? ¿De la Cenicienta Lily Allen en el palacio de Coco Chanel? ¿O de los juegos de seducción del vampiro Karl Lagerfeld a costa de una pobre chica inocente?

«¿Inocente yo? ¿Pero de qué vais?», preguntaría, por su parte, Lily Allen si alguien le planteara el dilema. Porque Lily, recordemos, es una tía dura que dice palabrotas en las canciones, agarra borracheras de aúpa, se mete en líos, ama con mucho desgarro y se viste... Digamos que se viste sin vergüenza, está claro, con algún que otro error, sí, pero con gracia y con frescura, como cualquier veinteañera en un H&M un viernes por la tarde.

Eso sí: chaneliana, lo que se dice chaneliana, no mucho, la verdad.

Y ahí está la gracia de este cuento, ya que Lily Allen será, a partir del próximo otoño, la nueva musa de Chanel, la imagen que anunciará los anuncios de la firma. ¿La elitista, casi minimalista y muy intelectual casa Chanel? Oui, madame.

Para celebrarlo, Karl Lagerfeld en persona dirigió esta primavera el debut fotográfico de la cantante londinense para la venerable y venerada Chanel. Las imágenes permanecen embargadas hasta final de septiembre, pero las filtraciones ya muestran a Allen disfrazada de Holly Golightly, el personaje de Desayuno con diamantes. O más bien, de Audrey Hepburn en Desayuno en Tiffany's, con un blazer de cuero y una corona de brillantes. Sólo falta que entone: Moon River, wider than a mile, / I'm crossing you in style...

En realidad, el romance de Lily Allen con Chanel no es del todo nuevo. Karl Lagerfeld le viene haciendo ojitos a la cantante desde los tiempos de Alright still, su primer disco (2006). Unos meses después, en marzo de 2007, herr Karl ya se hacía fotos amistosas con la chica y la casa le suministraba ropa y complementos con tarifa de amigos.

Eso sí: por esos mismos meses, Lagerfeld le era infiel a Allen con su némesis, Amy Winehouse. Amy, fue la inspiración obvia del desfile que Chanel presentó en diciembre de 2007 en París. «Amy es la nueva Brigitte», dijo el diseñador.

De modo que Amy Winehouse es Brigitte Bardot y Lily Allen es Audrey Hepburn... ¡Pero qué cosas tienes, Karl!

«Lilly me parece divertidísima», ha dicho Lagerfeld, que alguna vez ha presentado sus creaciones como «ropa sofisticada y cara para punks ricos».

Sin embargo, la broma no ha sido del todo entendida por la parroquia de Chanel, que se ya se llevó las manos a la cabeza el pasado mes de diciembre, el día en el que Allen, ya seducida por el conde von Lagerfeld, salió de juerga con una camiseta blanca de algodón sobre la que pintarrajeó el logotipo y el nombre de Chanel (y un número 5, por el perfume). El conjunto se completaba con unos guantes cortos de cuero (muy lagerfeldianos) y un bolso enorme de Yves Saint Laurent, qué se le va a hacer.

Demasiado devoción para blogs, chats y revistas, que se rebelaron con los argumentos más obvios: ¿Pero qué hace la macarra de Lily Allen en la santa casa de Coco Chanel? ¿Qué harán esas pantorrillas rechonchas en los carteles que en el pasado ocuparon las muy estilizadas Catherine Deneuve, Keyra Knightley, Kate Moss o Claudia Schiffer?

Dejemos a un lado lo de las pantorrillas, porque no hay mucho que discutir al respecto, y centrémonos en la supuesta condición de macarra de la cantante, que es mucho más ambigua de lo que podría parecer.

Porque, de hecho, a Lily Allen le echan en cara dos reproches socio-económicos aparentemente contradictorios. Primero, el de ser una chav (se lo dijo su colega Lady Sovereign con muy mala fe); y, después, el de ser una mockney (lo dice hasta la wikipedia).

¿Y eso qué es?

Por partes: chav es un neologismo inglés que procede del romaní (como nuestro chaval o el mexicano chavo) y que designa a lo que en España se suele llamar poligonero. En resumen: un joven criado en los suburbios, de poca educación y con actitud antisocial.

Además, la palabra también hace referencia a la costumbre de esos poligoneros de apropiarse de marcas que tradicionalmente habían sido de clases altas. Un ejemplo clásico es el indeseado éxito que la muy tradicional Bureberry's ha alcanzado entre los raperos de las islas. Otro caso evidente es el de la propia Lily Allen, vestida de Chanel de los pies a la cabeza.

¿Y mockney? Exactamente lo contrario: Mockney es un cruce entre mock (simulador) y cockney (algo así como castizo londinense) y designa a los muchachos de clase media o alta que se hacen pasar por tipos de la calle de clase trabajadora.

Y aquí, Lily vuelve a ser el ejemplo perfecto, ya que, a pesar de sus salidas de tono y de sus intoxicaciones, la cantante es una niña bien que llegó al oficio apadrinada y requeteapadrinada (entre otros, por Joe Strummer, el fallecido líder de The Clash). Al respecto, el dominical The Observer contó en 2006 que, antes de ser famosa, la cantante vendió éxtasis en Ibiza, adonde llegó en unas vacaciones familiares.

Hablemos de la familia: el padre de Lily, Keith, es un cómico con una carrera de largo recorrido. Su madre, Alison Owen, es una productora de cine (hace un par de años filmó Brick Lane sobre la novela de Monica Ali). Su barrio de siempre es Islington, un sitio de gente enrollada del norte de Londres.

Y su educación... Bueno, sí, la educación de Lily fue un desastre repartido entre 13 colegios de Inglaterra e Irlanda, con un buen puñado de expulsiones en el expediente, casi todas relacionadas con faltas de disciplina. Y que conste que estamos hablando de buenos colegios como el Hill House School de Londres, donde hizo la primaria el Príncipe Carlos.

De la universidad, claro, mejor ni hablamos.

Pero que nadie se escandalice. La pobre Coco Chanel no pudo acabar el bachillerato.

Más información en página 34

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APOYO

#COCO Y LAS MUJERES

>Marilyn Monroe. A la actriz estadounidense se le atribuye la famosa frase: «¿Que qué visto en la cama? Simplemente, unas gotas de Chanel nº 5, por supuesto». Su cartel para la casa francesa (el de la botella en el pecho) se sigue vendiendo como póster.

>Catherine Deneuve. La eterna musa de Yves Saint Laurent llevó el perfume Chanel nº5 en los años 70, multiplicó sus ventas en Estados Unidos y logró que los periodistas de moda americanos la nombraran la mujer más elegante del mundo.

>Claudia Schiffer. Fue la gran apuesta de su paisano Karl Lagerfeld para Chanel en los 90 y lanzó su carrera hasta convertirse en la gran modelo de la era dorada de las 'top models'.

>Nicole Kidmann. Otra rubia para el final de la era Schiffer. Su paso por la casa Chanel se saldó con algunos de los anuncios más cinematográficos de la historia del género.

>Kate Moss. Después de su sonadísimo escándalo de 2005, relacionado con el consumo de cocaína, Moss volvió a ponerse la 'camiseta' de Chanel como si nada hubiera pasado.

>Keira Knightley. En 2007, anunció el perfume Coco, pero confesó que no se reconocía en las fotos.

>Audrey Tatou. No podía faltar: francesa, delicada y elegante. Por eso interpretó a la fundadora en su 'bipopic'.

 

FIRMA:POR LUIS ALEMANY "el mundo"

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